Un
territorio. En lo alto, algo parecido a una casa abandonada. Allá abajo, el
valle, cerca del río. El Llegado y la Llegada ocupan la casa abandonada, para
no huir más, para no seguir migrando, para pasar el invierno y el verano y
cultivar en tierra fértil girasol, col, zanahorias. Harán un claro, talarán
árboles que servirán para el invierno. Pero todo territorio supone una frontera
y del otro lado están el Lugareño y el Cazador. Y entre ellos un perro que va a
desatar el delirio por la propiedad. Salvar lo propio. Pero no existe “lo
propio” sin la violencia que implica ocupar. Perro muerto narra el origen de esa violencia, la violencia que
implica ocupar un territorio, tener una propiedad. Con un lenguaje preciso,
contenido, que hace de la elipsis un rasgo narrativo y poético al mismo tiempo,
Perro muerto de Martín Tufró crea un
mito originario, una historia nueva que contiene todas las historias conocidas
y funda así un territorio fértil para el lenguaje escénico.
Cynthia Edul
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